Centenares de africanos malviven en un pinar junto a campos de fresa de Huelva, sin agua, sin trabajo y sin apenas comida.
Bajo un cielo de leche plástica engordan fresas del tamaño de una pelota de tenis. Mujeres de suaves rasgos eslavos las recolectan, marroquíes conducen tractores y dirigen las cuadrillas femeninas y los 'morenos' vagan por las cunetas, de explotación en explotación, buscando un jornal de 35 euros, o por menos si el jefe así lo manda. Entre los municipios de Mazagón y Palos se extiende una inmensa capota blanca que oculta los campos rojos y verdes de fresa, que oculta el campamento de la vergüenza, el lugar de ninguna parte de los africanos derrotados, el punto final de un viaje. Esta es la estación término de una huida fracasada de centenares de negros en un pinar de Huelva.