Según el Ayuntamiento de Sevilla, gobernado por Alfredo Sánchez Monteseirín del PSOE en coalición con IU, la solidaridad no puede entrar en las calles pero sí el consumo. Todas las tiendas abiertas, escandalosas tamboradas tirando caramelos que ya nadie ni tan siquiera recoge, miles de luces y adornos haciendo juego no con la Navidad sino con el consumismo ofensivo y agresivo que nos invade en estas fechas.

Durante la mañana se hacían preparativos para la marcha de la tarde, se colocaban exposiciones con fotografías y textos dando voz a los más pobres de la tierra, se instalaba un puesto de publicaciones solidarias informando y denunciando las causas del hambre, del paro y de la esclavitud infantil. Esto ocurría en la calle sevillana Tetuán, la cuarta calle más cara de España. Por eso el ayuntamiento prohibió que estuviéramos allí.
Prohibió la voz de los más pobres, del 85% de la humanidad que pasa hambre, de los 400 millones de niños esclavos, la voz del sufrimiento de los inmigrantes, la voz de los niños abortados y la de sus madres.
Todas las tiendas abiertas, escandalosas tamboradas tirando caramelos que ya nadie ni tan siquiera recoge, miles de luces y adornos haciendo juego no con la Navidad sino con el consumismo ofensivo y agresivo que nos invade en estas fechas. Un consumo para hacernos olvidar que hay hambrientos y que nosotros somos responsables.
Todas las tiendas abiertas, escandalosas tamboradas tirando caramelos que ya nadie ni tan siquiera recoge, miles de luces y adornos haciendo juego no con la Navidad sino con el consumismo ofensivo y agresivo que nos invade en estas fechas. Un consumo para hacernos olvidar que hay hambrientos y que nosotros somos responsables.

Esta es la verdadera cara del Ayuntamiento de Sevilla, que se define de izquierdas y socialista, un socialismo que en tiempos pasados defendió a los débiles, pero que hoy defiende al capital y a los intereses económicos. Hoy cuando aumenta aun más el hambre, el paro, el drama de la inmigración, los niños explotados, nuestro ayuntamiento quiere ocultar que la dignidad de la persona humana es sistemáticamente pisoteada para conseguir mayor beneficio económico. Es una muestra más de que nuestro ayuntamiento está inmerso en un sistema político y económico que justifica y permite estas muertes por negocio.
Según las ordenanzas municipales, en la calle Tetuán estorbábamos nosotros y los inmigrantes (acostumbrados como siempre a salir huyendo cuando aparece la policía). Los empobrecidos, los últimos no tienen cabida. Todo lo demás sí, eso no estorba. De nuevo la solidaridad de la familia de Nazaret no tenía cabida en esta posada. Y de nuevo, también, la ley injusta e inmoral fue superada por la solidaridad, y el grito de los últimos de la tierra recorrió las calles de Sevilla, a pesar de su ayuntamiento.
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