Me contaron que, hace más de un siglo, un grupo de proletarios se reunían en torno a un cajón después de trabajar doce horas, para compartir sus problemas, analizarlos y buscar cauces de lucha común contra sus causas, es decir, se reunían para hacer solidaridad.
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Me contaron también que el sindicato que surgió de esas reuniones tuvo un secretario general que; en los momentos en que el gobierno de la II República Española corría como un conejo a esconderse a Valencia, afirmó; que él era diputado por Madrid y, por tanto, permanecería allí. Así lo hizo. Acabó falleciendo en prisión, cuentan que leyendo el libro de Job. Ese hombre fue Julián Besteiro y el sindicato, la UGT.
Sí. Por desgracia hay que hablar en pasado; "fue". Después de esos episodios vinieron los cuarenta años de vacaciones del PSOE y la UGT, que coincidieron con la dictadura franquista y que, lógicamente acabaron con cualquier vestigio de militancia obrera, transformando ambas instituciones en maquinarias burocráticas, alimentadas con el dinero de impuestos, de trabajadores y parados; y que, lo máximo que pueden parir son; cursillos, huelgas generales de un día para quemar bidones, EREs fraudulentos y Juanes Lanzas.
Es lo que va, del ser de izquierdas como postura moral ante la vida, a decir que se es progresista para vivir a cuenta de los pobres.
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