¿Cuántas veces hemos oído la frase “cuanto más tienes más quieres”? Tal vez demasiadas…
Hay un decálogo redactado por la policía de Washington que, tras realizar estudios basados en abundante experiencia en la delincuencia juvenil, confirma que algunos de los factores más importantes para forjar a tu hijo como delincuente son: no darle ninguna educación espiritual (dejando que sean otros los que acaben manejando su conciencia), no decirle lo que hace mal, darle todo el dinero que pida o satisfacer todos sus apetitos, comodidades o placeres (dejando el sacrificio y la austeridad fuera de su alcance).
Hay un decálogo redactado por la policía de Washington que, tras realizar estudios basados en abundante experiencia en la delincuencia juvenil, confirma que algunos de los factores más importantes para forjar a tu hijo como delincuente son: no darle ninguna educación espiritual (dejando que sean otros los que acaben manejando su conciencia), no decirle lo que hace mal, darle todo el dinero que pida o satisfacer todos sus apetitos, comodidades o placeres (dejando el sacrificio y la austeridad fuera de su alcance).
En nuestra sociedad, hay jóvenes que nos damos cuenta de que esto es una realidad. De que nos afecta directamente y vemos cómo afecta a los demás. La responsabilidad se reduce a hacer la cama o la comida, y existe muchas veces ese miedo a exigirle más a los demás y a uno mismo. Más responsabilidad implica más compromiso. ¿Cómo podemos luego exigir más derechos en manifestaciones cuando no somos capaces de hacer autocrítica?
Si miramos nuestras acciones cotidianas, nos damos cuenta de hechos concretos que hacemos nada más pensando en nosotros mismos sin tener en cuenta a los demás. Desde hablar sin escuchar al otro, pedirle a nuestro padre que nos acerque a algún sitio cuando llegamos tarde, hasta abortar. Son algunos de los hechos que utilizamos para satisfacer un capricho personal. Y así, poco a poco nos vamos convirtiendo en delincuentes de nuestra conciencia, esclavos de nuestro propio capricho.
Por eso es importante hacernos un ver, un juzgar y un actuar, de manera que lleguemos a protagonizar nuestra vida, nuestras decisiones y nuestros hechos cotidianos y siendo así cada vez más responsables. Una responsabilidad que inevitablemente conlleva a la solidaridad con los débiles y los más indefensos de nuestra sociedad. Porque como decía Paulo Freyre; “Todo me importa”.
Si miramos nuestras acciones cotidianas, nos damos cuenta de hechos concretos que hacemos nada más pensando en nosotros mismos sin tener en cuenta a los demás. Desde hablar sin escuchar al otro, pedirle a nuestro padre que nos acerque a algún sitio cuando llegamos tarde, hasta abortar. Son algunos de los hechos que utilizamos para satisfacer un capricho personal. Y así, poco a poco nos vamos convirtiendo en delincuentes de nuestra conciencia, esclavos de nuestro propio capricho.
Por eso es importante hacernos un ver, un juzgar y un actuar, de manera que lleguemos a protagonizar nuestra vida, nuestras decisiones y nuestros hechos cotidianos y siendo así cada vez más responsables. Una responsabilidad que inevitablemente conlleva a la solidaridad con los débiles y los más indefensos de nuestra sociedad. Porque como decía Paulo Freyre; “Todo me importa”.
Autor: Camino Juvenil Solidario de Andalucía
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